viernes, 15 de enero de 2010

Los lados

Por razones de armas

-que se darán a conocer mas abajo-

y por desganos propios de la geografía donde me encuentro

fue imposible corregir todas las palabras que están un poquito más abajo.

Sepan disculpar.



Siempre estuvo éste otro lado que no me animo (y ningún artista se anima) a enfrentar con las armas del otro lado. No te marees, éste lado es en el que yo estoy ahora, el lado donde todo es neutro, cero, vacío; no hay rimas, ni siquiera una arrogante inspiración tan creyente de si misma pero incapaz de cambiar el mundo. Del otro lado están las armas que sé usar, armas que no matan pero pueden lastimar: la palabra, las letras, una guitarra de dudosa afinación, una cámara de fotos tan voyeurista como tus ojos pero con la posibilidad de detener el tiempo.

Y es tan simple como agarrar las armas y meterme en éste pantano que nunca me animé a conquistar. Siempre es desgano, siempre es intento de arte pero resignación al final de todo, siempre es saber que nada bueno va a salir de usar las armas y es mejor perderse en la oscuridad del otro lado, que no es oscura, que sólo es mirar la tele, escuchar música, salir a correr o sentarme en una plaza a mirar la vida pasar tan distraída que no me ve sentado tan cerca.

Pero siempre las armas fracasan a la hora de querer sacarme de éste lado. Nunca pueden desplegar su máxima expresión si yo estoy como ahora de éste lado (y de ésta manera). No. Deben esperar, esperar a que yo dé el saltito hacia el otro lado, allá donde todo es tan fácil ser arte.

Es cuestión de valor, pero tampoco jugar al héroe que quiere ser inmortal arriesgando su vida. No. sería inútil entrar con mis armas hacia éste lado y morir en el intento de querer conquistarme por completo, de que mis dos lados sean arte y aplausos y el pendejo genio. No. Porque en éste lado también hay inspiraciones, hay fútbol, hay amigos, hay bares y mates en plazas. Y sobre todas las cosas de éste lado siempre estuvo tu piel, tus ojos, tu cuerpo desnudo en una cama y el placer en cada latido de un corazón satisfactoriamente cansado. Será porque ahora en éste lado tu presencia es recuerdo que quiero tomar mis armas y conquistarme con el arte, pero no por los aplausos, sino porque tengo que llenar el vacío, y la vanidad de mi cuerpo rebalsó el vaso y se está empezando a manchar éste y el otro lado.



sábado, 9 de enero de 2010

Actitud frente a un espejo


A los otros nosotors, que son tantos.



En cuanto se este frente a un espejo (grande, digamos plano americano en adelante), lo primero que debe hacerse es presentarse. Porque mirar alguien con ésa cara, mezcla de no saber quién es el otro y sorpresa por saber que es uno miso, es de mala educación. Presentarse y sonreír con timidez porque uno siempre sonríe cuando se presenta. Preguntar cómo se está, preguntar si se quiere algo para tomar o comer (sabiendo que el otro no le mentira al decirle que no), y después sentarse. Charlar de cosas superficiales, efímeras. Que la economía, que el país, que el país de acá al lado, que el país de allá enfrente, que el transporte público, que los autos de hoy. Hablar y saber como responde el otro, ver sus gestos, sus aprobaciones, sus rechazos. Ya conocido al extraño empezar a sumergirse en la profundidad, seguramente el otro se abrirá de par en par y le contará sus penas. Mírelo a los ojos y sienta como se siente el otro.

Después de ayudarlo con sus palabras filantrópicas séquese las lágrimas (porque seguramente las confesiones del otro le habrán tocado alguna arteria del corazón) y después despídase. No se sienta un tarado -menos a esa altura- y después váyase despacio. Con el tiempo comprará más espejos y hará más amigos, y habrá reuniones, charlas interesantísimas, algunas peleas, risas, abrazos, lágrimas, fiestas y hasta algún amorío de corto plazo, quién sabe.