Hay un mundo fuera del
mundo, lejos del mundo, que no se rige por las leyes de éste mundo,
que no sufre las injusticias de éste mundo, donde la libertad se
encuentra dentro de sus fronteras, sin la necesidad de escaparse a
otra realidad, a otro destino .
Ese mundo es fácil de
encontrar, está ahí nomas, al alcance de la mano, delante de cada
nariz. Pero claro, si te dijera que para ir a ese mundo no es necesario
tener pasaporte ni otro tipo de identificación ––porque en ese
mundo no importa ni quién sos ni lo que hayas hecho––,
seguramente desconfiarías de la realidad de ese mundo. Y si además
te dijera que para llegar hasta ese mundo no hace falta viajar en
ningún avión o barco o tren o colectivo o mover siquiera un solo
dedo, seguramente me dirías que estoy loco. Es entonces que las
puertas de ese mundo se cierran. Y acá estamos reclamando libertad a
partir de la desconfianza, al borde de la locura, sin saber para
dónde salir corriendo.