sábado, 24 de septiembre de 2011

Compañía




Basta con que estés a unos cuantos metros. Me alcanza con estar sentados en una plaza viendo el tiempo a las corridas porque llega tarde a ningún lugar. Sólo tenés que estar en mi espacio, pero desde tus límites, desde tu ventana por donde no es necesario que me mires. Ahí estás y así esta bien.

El sol que nos cierra los ojos y del otro lado esta el mar y todo lo que quisiéramos ser. Pero las bocinas nos despiertan de la utopía aunque aprendimos a soñar mirando el cielo, escondido detrás de árboles donde poder apoyarnos a ver el día perderse, a ver el sol caerse, inocente y gigante detrás de algún suspiro.

Y habrá que irse, habrá que perderse otra vez dentro de la costumbre y los relojes y el tren que se perdió y hay que esperar tanto para llegar del otro lado de la puerta. El instante previo en que tu ventana se pierde entre la multitud y mira lo que yo miro: el recuerdo, el pasado que ya no existe pero que es la compañía perfecta desde que nos alejamos por el punto de partida.





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