martes, 21 de abril de 2009

Curso básico de supervivencia

A Javi...




Usted no se preocupe por las críticas, solo piense en sobrevivir. Allá abajo, hacia donde a usted lo lleva la escalera mecánica, no hay oxígeno, para nada. Y no importa que línea sea o en que estación se encuentre, el aire es una carencia en las profundidades del microsistema de los subtes. Pero la masa avanza y usted no puede (debe) quedarse atrás. Pero la decisión de cómo vivir esta en usted.

Primero elija dos botellas de plástico (pueden ser más) bien grandes. Elija a gusto porque botellas de plástico hay de muchos colores y tamaños muy bonitos. Después de la elección proceda a llenar las botellas con aire. Si usted tiene la desgracia de vivir en una ciudad contaminada y sin árboles, se encontrará con un obstáculo horripilante que lo hará reaccionar sobre la triste realidad de la urbanización. Pero la masa avanza y usted no puede quedarse atrás, en la rebeldía de defender a los pobres árboles.

Una vez satisfecho por la elección de sus botellas vaya a un parque, una plaza o algún lugar donde sobreviva algún tronco con plantas. Es de vital importancia que se encuentre lejos de automóviles, fábricas y otras máquinas destructoras del medio ambiente. Una vez encontrado el árbol saque las botellas y ábralas como si tuviera ganas de vivir. Apriete las botellas para que se vacíen de algún gas maligno que pudiera haber quedado en el interior de los cilindros huecos. Previo a esto, pierda el pudor y déle un beso al árbol que encontró y también déle las gracias por permitirle vivir a usted y a toda la humanidad. Acomode sus botellas cerca del árbol y deje que la naturaleza haga su trabajo de todos los días.

El proceso de llenado es largo. Pero existe el problema de no poder abandonar las botellas. Primero porque alguien se las puede robar y, segundo, porque no falta quién (irónicamente) le diga que esta contaminando el planeta. Para no entrar en discusión con diferentes subespecímenes de la raza humana, usted quédese con las botellas. Lleve a su pareja para no aburrirse tanto, si quiere. Si no tiene, llévese un libro para leer (o hacerse el que lee) o quizá algún dispositivo donde pueda escuchar música.

Proceso de llenado: entre treinta minutos y una hora. Tape las botellas con las respectivas tapas y vuelva a su refugio artificial. Antes de irse, déle otro beso al árbol que, sin pedirle nada a cambio, le dio a usted tanto oxígeno.

Una vez en su refugio artificial, deje las botellas junto a las cosas del trabajo o de estudio y váyase a dormir con la seguridad de tener sus botellas bien llenas de oxígeno para el día siguiente.

Sonría el despertar. Aunque no parezca el autoestima ayuda a que el viaje sea más placentero. Desayune si tiene tiempo y si se quedó dormido salga corriendo sin dudarlo a tomar el subte. Agarre las cosas que usted considera necesarias y salga la calle, enfrente la realidad de todos los días. No olvide las botellas, aunque parezca una redundancia, es normal que en este mundo de vidas sin tiempo uno se olvide de las cosas más importantes, como pueden ser un par de botellas o la vida misma.

Párese frente a la escalera y antes de bajar respire profundamente. Es verdad que en la superficie el aire no es puro ––cada vez mas el aire es cualquier cosa menos aire––, pero ayuda a ahorrar el tesoro gaseoso que usted tiene dentro de los cilindros. No exhale, aguante la respiración y baje sin temor por la escalera que lo lleva hacia el infierno.

No se preocupe por las miradas. Abstráigase de los comentarios y quejas cuando usted suba con las botellas a empujones pegajosos de personas sin nombre. Usted no tiene la culpa de que no haya lugar en la lata de metal. Sonría, ríase y dígale al que se queja ––aunque quizá las quejas solo sean miradas–– que es supervivencia; quizá lo entiendan.

No olvide que no debe respirar allá abajo. ¡No lo haga! Abra levemente una de las botellas (no del todo) y tenga a mano el pico para respirar el aire puro y vital. Procure que el aire no se escape. Respire por la boca, con una bocana larga y profunda. Sienta el aire: su frescura, su vitalidad; sienta los bronquios y bronquíolos trabajar a gusto con ese oxígeno tan puro que usted les brinda. No olvide que ese oxígeno después va parar a su sangre, por lo que no se sorprenda si de repente usted se siente con ganas de vivir: es el cuerpo trabajando a gusto.

No se sienta mal al espirar. Suelte sus gases de invernadero con ganas. No disimule. Suéltelo y contamine el ambiente. Usted no tiene la culpa que no haya árboles en el subte que den oxígeno al resto de las subespecies que lo miran con bronca.

No olvide tapar la botella una vez terminada la respiración. Sonríale a la persona que tiene al lado, coméntele lo que está haciendo y porque lo esta haciendo. Convídele de su aire. No sea egoísta. Los otros tampoco tienen la culpa que el mundo sea así.

Quizá la botella le dure todo el viaje (depende las distancias). Apriete la botella y guárdela para cuando vuelva a visitar al árbol que usted encontró. El resto del día haga su vida normal. No olvide que tiene que volver (por eso la segunda botella). Repita el proceso que satisfactoriamente logró realizar a la ida. El aire se siente igual de bien, este usted yendo o volviendo.

Con el paso del tiempo usted puede caer en cierta adicción por el oxígeno. Es normal. El cuerpo se mal (bien) acostumbra y va a querer aire. Pero con tantas adicciones, una que a usted le haga bien no viene mal, justamente. El problema es que con el tiempo usted no podrá respirar en la ciudad. Avenida Corrientes le parecerá una desagradable repugnancia por consecuencia de la combustión de autos y colectivos. Es normal cierta alucinación de pequeños monstruos de smog acosándolo en plena Florida. El número de botellas por viaje aumentará considerablemente cuando su cuerpo empiece a rechazar el aire de las calles.

Diez o quince por día lo acompañaran a todos lados. La gente se burlará de usted, es probable que lo echen de su trabajo, sus amigos se enojaran porque se pasa largas horas llenando las botellas y andará besando cuanto árbol encuentre sobreviviendo por ahí.

En ese punto su adicción al aire será un problema y usted romperá con los esquemas y se ira a vivir a un lugar más natural. Hágalo, no dude. La masa seguirá avanzando y usted se quedará atrás. Para su autoestima, conocerá gente que piensa igual que usted y, entre charla y charla, disfrutará del aire que no deberá llenar en botellas, por lo menos hasta que los ladrillos de la evolución lo alcancen, y empiece a escapar de la masa (que avanza y no se detiene) otra vez.



1 comentario:

  1. Mañana me llevo al club mis botellas (calculo que necesito 14) y las lleno de aire. Ni modo que logre subirme al subte sin ellas. Ahora condicionaste mi libertad inconciente x ignorante de respirar lo que sea que se respira en el subte

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